miércoles, 11 de noviembre de 2009

Uno nunca sabe.....




de Humberto Caballero

El camión color rojo creativo seguía en su recorrido típico; casa por casa y esquina a esquina; aunque en muy seguidas ocasiones se veía interrumpido teniendo que hacer paradas inesperadas causadas por el padre frenético y desesperado después de una improvisada persecución digna de las más populares películas de Hollywood y no sin el obvio reproche del chofer frustrado y aturdido por el escándalo del valioso material transportado.... El gran futuro de México.
Sin embargo pronto notamos, al alcanzar la autopista, que no era una mañana del todo típica; y a decir verdad no hubo en nosotros ese suspenso mortificante del ?que habrá sucedido? sino más bien, un desmadre total (perdonando) por el anticipado conocimiento y autorrealización de que habíamos vencido al imperio y a su sequidad (el director) sin necesidad de un justificante, mejor conocido entre los estudiantes como falsificante, pues no llegaríamos a nuestro destino y más que nada un día sin clases.
Era la mañana del 19 de noviembre de 1984 cuando San Juanico fue devastado por múltiples explosiones y donde cientos de personas murieron calcinados.
Ese momento de éxtasis en el transporte escolar se fue transformando, en casa, en un sentimiento de melancolía, esas imágenes gozosas de los cuates manifestándose contra el sistema opresor eran remplazadas por escenas de desolación y muerte. Y esa ingenuidad infantil era atacada por un sin fin de preguntas.... Sin respuestas.
En ese estado regresamos o al menos regrese a clases y algunos maestros en su necio afán de enseñarnos recomendaron acciones de recolecta, principalmente de alimentos y agua para los damnificados, para el estudiante que como yo había sido también cambiado, pero en su caso más despiadadamente, y que a su regreso había encontrado su vecindario calcinado, digna escena infernal, y que además tenía la horrenda tarea de identificar y recuperar los restos momificados o desaparecidos de sus más cercanos....de sus amados.
Me dispuse entonces a acallar esas preguntas interiores, y emprender esta salvífica labor social casi, casi en carácter de los tan populares súper héroes (se recomienda platicar con Humberto Ramos en relación a este tema). De puerta en puerta, de calle en calle hasta avanzada la noche. En esa oscuridad de pensamientos fui sorprendido, asaltado, golpeado, cortado y amenazado de muerte con un cuchillón en mi cuello.
¿Qué lo quebramos? Dijo
y luego... Sale pues ya vete pa'rriba. ¿Si todavía no me has apuñalado? ¡Pensé!
Después señalaron hacia las casas de la colina. Me dejaron ir no sin antes darme el tan famoso pa'que te acuerdes con una patada en el cu....erpo.
Así, emprendí la graciosa huida, sin saber qué hacer ni que sobar: los chipotes en el cráneo, las costillas adoloridas o las partes bajas. Corría limpiando la sangre de mi ojo sin saber realmente a donde ir. No sé cómo pero llegue con "los cocos" una notable familia hidrocular u oriundos de Ojo de Agua (conste oriundos, no hediondos) que eran bastante buenos para el trompo, es decir el noble deporte de los puños. Emprendimos juntos otra carrera hacia mi casa y teniendo como objetivos principales el atenderme médicamente y segundo transportar en una vagoneta a un batallón sediento de venganza.
En la comodidad de mi casa y cuidado por una abnegada madre esperaba por noticias de los que villanamente acabaron mi heroica labor benéfica y social y además miraba aun imágenes de San Juanico pero ahora de manera diferente pues mis pensamientos habían sido poseídos y destronados por dolor, temor, rencor y venganza. Venganza que ya había comenzado y estaba siendo impartida por mis hermanos y súper cuates al haber capturado a uno de los malhechores y como fuera de esperarse le propinaban una golpiza peor que la mía. Los otros dos escaparon para mala fortuna del capturado.
Más tarde se me informaría que tenía que ir a reconocer a mi enemigo frente a las autoridades para que el justo puño de la justicia dictara su sentencia. Así empezó en mi vida una tradición que llegaría a su apogeo en la carrera de arquitectura, una noche en vela.
Muy temprano mi padre me dijo que me alistara pues tendríamos que partir. Después de mirar mis puntadas en el pómulo, de bañarme, quejarme frente al espejo e implorar al altísimo salí a enfrentar mis tormentos. ¿Podría emitir palabra alguna? No lo sabía....
Recuerdo muy poco en realidad, una mesa muy larga, algunas autoridades, pero lo que recuerdo bien es la mirada entre nosotros. Nuestras miradas reflejaban pánico, y en alguna manera había un entendimiento de nuestro estado, o mejor dicho nuestro NO estado, de temor e ignorancia. Nos reconocimos y se me pidió que lo reconociera públicamente.
- ¿Es éste el que te asalto? Alguien pregunto.
Lo mire de nuevo y ahora me percate que era también un joven y que también venía acompañado, no por su padre como yo, tenía una adolescente y un bebe a su lado. Y comencé a fijarme más, su rostro todavía estaba ensangrentado, no se había bañado. Le habían “tumbado” tres dientes y los ojos rojos de una noche de llorar o de no dormir. Sus manos mostraban fuerza y aspereza, terriblemente maltratadas por tanto abuso físico (golpes o trabajo) y por estar expuestas a los químicos del concreto. A sus 18 años quizás había estado sujeto a torturas que yo ni imaginaba, tenía una esposa y una bebe a quien alimentar.
- ¿Es éste el que te asalto?. Repitieron
Atemorizado les conteste que ¡si! Queriendo decir más para que la justicia aplicara un castigo digno al malhechor, sin embargo fui interrumpido por una voz familiar. ¡Mi padre!
- ¿Me permiten hablar? Comenzó.
Y dirigiéndose a él, brevemente le dijo: ….” has lastimado a lo más amado que tengo en la vida, te has atrevido a lastimar a mi hijo. Sin embargo no te tengo odio y quiero decirte que te perdono. Endereza tus pasos por el bienestar de tu bebe y tu mujer. ¡Busca a Dios!
Y por si sus palabras no fueran poco, saco una lana y se la ¡¡¡dió!!!
Además dirigiéndose a las “autoridades” les dijo: hagan lo que crean justo, pero consideren al bebe y a la mujer... tomo mi mano y salimos.
¡Quéeeee?
En un estado aun peor del que estaba, asimilaba lo que mi padre había hecho, en parte sintiéndome defraudado y traicionado. Pero también admirado.
Lo que era cierto es que no comprendía la magnitud de los eventos ocurridos en el transcurso de una semana. No comprendía las implicaciones en mi vida de mis necios maestros, de mi madre, sus remedios y sus lágrimas y de las acciones de mi padre en esa mañana.
No comprendía porque el estudiante que salió de San Juanico una mañana lo había perdido todo (familiares y posesiones), no comprendía porque un muchacho de 18 años había decidido atacarme violentamente y no comprendía porque el crecer dolía tanto.
No les digo que comprendo ahora o que me enseñaron muy bien! Lo que si entendí es que somos producto de nuestra situación, pero también somos movidos a compasión, a cambiar de dirección y de opinión
Compasión al menos afortunado, a tratar de entender la postura del triunfador y del vencido. No justifico acciones, pero de mis maestros y padres aprendí a ser necio y persistente, a perdonar y a tratar de influenciar nuestro entorno.
Ahora tengo la misma opinión que mi padre. Finalmente lo he perdonado! Y la vida y sus sorpresas siguen con nuevas interrogantes, solo pido que no sean tan dolorosas y que no dejen una cicatriz tan profunda... pero hay ciertas cosas que uno nunca sabe.



1 comentario:

  1. Yo estuve en el Colegio ese día. Se oyeron las explosiones de manera verdaderamente aterradora. Las clases fueron suspendidas y la Basílica de Guadalupe (la antigua) se habilitó como albergue. El club de leones recibió una gran cantidad de ayuda para los damnificados y la principal ayuda que recuerdo era la que daba la gente del Francés Hidalgo.

    Por cierto, si alguien tiene un ejemplar del Bachiller ¿por qué no lo digitaliza? La verdad habremos muchos que nos gustaría leerlo... otra vez.

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